sábado, 11 de febrero de 2012

Llámalo egoísmo, quizás cabezonería, o tal vez orgullo. Quién sabe. Es algo que no se puede explicar, algo que se siente sin querer. Dirás que no tengo motivo, y no, no lo tengo. Pero aunque quiera, no puedo cambiarlo. Lo siento y punto. No hay más. Y si pudiera controlar lo que siento, cambiaría cosas, ¡y tanto que las cambiaría! Desgraciadamente esto es la realidad, y cambiar sentimientos es casi imposible.

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